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Una colcha de retazos…

Un pedacito de esto y un pedacito de aquello… Un recorte de éste y uno de este otro… 

Cuando queremos cubrir nuestras necesidades con muchos pedazos de múltiples materiales, de diferentes colores y texturas, formamos una especie de colcha de retazos. Hasta bonitas se ven y pueden ser bien cómodas. A veces tan cómodas que creemos que tenemos la mejor cobijita. Lo que se nos olvida es que así estén bien cosidas y amarradas, son pedazos diferentes, que no se preocupan por la unidad; que por donde se cose es más fácil que se descosa.
Y, ¿por qué me dio por hablar de colchas de retazos? Porque veo cómo la vida de muchos se está yendo al caño con una falsa comodidad armada de pedacitos de cosas que en el fondo no son reconciliables. Unas cosas niegan otras pero “como se ven de bonitas juntas”. Lo peor es que somos orgullosos y nos negamos a ver las diferencias entre lo que decimos, lo que creemos y lo que experimentamos. Nos falta la coherencia y la uniformidad que tiene el manto de amor que nos ofrece Cristo. Es muy triste ver como muchas personas que queremos se engañan con la esperanza de una felicidad que parece completa pero que pronto les dará una cachetadita y dolerá como una puñalada. Ahí es cuando tenemos que estar con nuestros corazones abiertos y llenos de amor para mostrarles la esperanza en Jesús. Lo malo es que nosotros sólo podemos ser ejemplo porque no está en nuestras manos la salvación de los otros. Yo no puedo cuestionar la fe de alguien pero lo que vemos, lo que oímos es lo que conocemos de ellos y cuando lo que oímos es una mezcla de retazos, es como un golpe en el entendimiento porque no puedo entender lo que no tiene coherencia. Y no es la falta de ojos para verlo como lo ven ellos. Es simplemente que no tiene sustento en la palabra de Dios.
Yo no quiero juzgar. La verdad del evangelio está ahí, clara, llena de vida, ¡vida en Jesús nuestro Señor!



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